El seleccionado argentino, Los Pumas, en una de las actuaciones más dramáticas de su historia, consiguió su clasificación a las semifinales del Mundial de rugby por tercera vez en la historia, tras vencer esta tarde a Gales por 29-17 en un partido de cuartos de final disputado en el Stade Velodrome de Marsella, Francia.
MARSELLA, Francia.- El corazón de los Pumas late con la fuerza de su historia en la tarde que se despide en este sábado de leyenda en Marsella. La emoción está en el cuerpo de cada argentino que llegó al Velódromo para asistir a una de las victorias más épicas que se recuerden. El seleccionado argentino parecía condenado cuando el try de Williams puso adelante a Gales 17-12. Hasta ahí, pese a los errores, había hecho todo para ganar. Fue allí donde el espíritu del equipo se hizo gigante para llevarse por delante a cuanta camiseta roja hubiera por el camino. Primero el try de Joel Sclavi, después de percutir y percutir, y luego Nicolás Sánchez –¿hasta dónde llega la gloria del tucumano?– interceptando el desesperado ataque británico para sellar el pasaje a las semifinales de la Copa del Mundo. Sí, la Argentina está por tercera vez entre los cuatro mejores del mundo.
Había que inmolarse en este partido, como lo indicaba la historia. Los Pumas no podían quebrar a Gales pese a ser mejores. O un error o un penal frenaba el aluvión celeste y blanco. Y el que se inmoló fue Matías Moroni, el jugador para este tipo de partidos. Nunca deja al equipo a pie el back formado en CUBA. Cuando Josh Adams volaba sobre el ingoal en lo que hubiera significado un golpe de gracia, Moroni se tiró de cabeza y lo sacó con un tackle mezcla de coraje y de viveza. Fue como la tapada de Dibu Martínez en el último minuto del Mundial de Qatar. Fue la señal de la victoria.
Hoy, por fin en este Mundial, el equipo se quitó el traje del sistema de juego cuando las cosas no salían. Puso lo que había que poner: corazón, locura, pasión. En esos rubros el seleccionado argentino es imbatible. Los jugadores lo traen en la sangre, de las historias que escucharon en sus clubes, de las proezas que vieron por TV o en las imágenes de Internet. Pasan las generaciones, y Kremer es como Pochola Silva o Georgie Allen; Lavanini, como el Chapa Branca o Patricio Albacete; Boffelli, como Porta; Gallo, como Roncero; Montoya como el Gato Handley o Ledesma; Moroni como Loffreda o Felipe Contepomi; Mallía, Baetti o Corleto.
Antes se decía que a igualdad de condiciones, los Pumas desequilibraran con su corazón. Los tiempos profesionales, los sistemas, las tácticas fueron demostrando que con eso solo no alcanzaba, que se necesitaba tener una infraestructura para que el equipo pueda competir en el alto nivel. Los Pumas, en esta jornada inolvidable en Marsella, volvieron a sacar el corazón cuando se quemaron los libros. Aunque hay que apuntar que en el desarrollo del juego, los argentinos fueron superiores a los galeses. Merecieron ganar este test y estar en las semifinales.
Como en 2007 y 2015, los Pumas llegaron al Mundial para jugar los 7 partidos y los jugarán. El ADN de los que se ponen esa camiseta sigue intacto. Por eso, todo es posible.